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Las ayudas para los ‘atenidos’

Las ayudas para los ‘atenidos’

Por: Germán Vargas Lleras

Sin que la pandemia haya llegado a su pico, la crisis económica generada por 50 días de cuarentena obligatoria empieza a mostrar sus efectos dramáticos: desempleo galopante, caída abrupta del PIB, muchos deudores en mora, miles de negocios al borde de la quiebra e indisciplina en las áreas más populares de las ciudades, donde la gente ya no respeta las normas de distanciamiento social, ni las va a respetar en tanto a las familias y a los negocios no se les aseguren en la realidad recursos para subsistir con algo más que promesas.

Mientras tanto, el Gobierno aparece tardíamente expidiendo normas que parecen diseñadas para que no funcionen. El problema es que el Gobierno quiere ayudar, pero que no le cueste. Veamos unos ejemplos:

El subsidio a la nómina del 40 % de un salario mínimo por trabajador está concebido para quienes pueden pagar y han continuado pagando la nómina, pero no para las empresas que por carencia total de ingresos no tienen cómo pagarla, las que más lo necesitan. Para un hotel, un restaurante, un comercio o una planta industrial, que lleva dos meses sin ingresos por acatar una orden del Estado y no tiene la caja para pagar la nómina, este subsidio no sirve. Para estas empresas, el subsidio debió ser del 100 % de la nómina de las personas, incluidas las cargas parafiscales, hasta que puedan retomar sus actividades.

La garantía estatal del 90 % sobre los créditos que desembolsen los bancos implica un proceso de estudio por parte de las entidades financieras que, además de engorroso y demorado, termina otorgando los créditos donde el riesgo es menor, es decir, en las empresas que menos los necesitan. Lo correcto es que con cargo al presupuesto nacional se entreguen a los bancos los recursos necesarios para que el 100 % de las empresas paradas puedan recibir un préstamo automático, en 48 horas, por el valor total de los costos y gastos de los meses de inactividad, calculado según la declaración de renta del año 2018. En este modelo los bancos serían simples operadores, sin asumir riesgo ni obtener ingreso alguno.

En gran frustración se convirtió la anunciada devolución de impuestos por más de 3,9 billones. Muchísimos contribuyentes han encontrado que la Dian califica sus solicitudes como riesgosas, razón por la cual estas se inadmiten en forma automática. Es evidente que ni siquiera las revisan. Las empresas tienen que esperar 15 días hábiles para conocer el motivo de la inadmisión y pedir cita en la Dian, que, obviamente, no tiene funcionarios que los puedan atender.

El Presidente anuncia eliminación de IVA para arrendamientos comerciales, pero solo hasta julio; anuncia tres días sin IVA, pero uno tras otro para reducir su impacto; anuncia extensión de plazo para el pago de impuesto a la renta, pero para la segunda cuota. Sé que se ha discutido la eliminación del anticipo, pero, claro, ya no fue para la primera cuota. Y del impoconsumo mejor ni hablar, con los bares y restaurantes cerrados y hasta diciembre, cuando apenas comenzarán a abrir. El problema no son las intenciones presidenciales, sino los malabarismos del ministro de Hacienda, que todo lo restringe o lo imposibilita.

Que el presupuesto nacional ya no aguanta más no puede ser la disculpa para no actuar más decididamente. Han pasado dos meses, y el Gobierno no ha hecho nada en materia de endeudamiento externo, distinto de tramitar un cupo con el Fondo Monetario, pero ha perdido un tiempo precioso para buscar 20.000 millones de dólares o más que la banca internacional nos hubiera podido prestar, como lo ha hecho Perú.

La comparación con lo que están haciendo otros países es muy diciente. Con programas similares o incluso de menor alcance, Estados Unidos, Italia, Francia, el Reino Unido o, en nuestro vecindario, Perú o Chile están comprometiendo recursos para paliar la crisis, que supera en la mayoría de los casos el 10 % del PIB y en los más pudientes, hasta el 20 %. En nuestro caso se estima que, como vamos, no pasaremos del 4 o el 5 %. Recursos totalmente insuficientes, cuyo ahorro nadie agradecerá el día de mañana, comenzando por el propio Presidente.

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