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Una luz de esperanza

Opinión

Una luz de esperanza

Dos noticias muy positivas para nuestra institucionalidad y nuestra democracia recibimos esta semana por cuenta del Congreso de la República: el vergonzante entierro de la pretendida reforma política del Gobierno y la no aprobación en comisiones conjuntas de las 14 facultades extraordinarias contenidas en el proyecto del Plan de Desarrollo.

Comienzo por decir sobre estas últimas que jamás gobierno alguno se había atrevido a presentar al Congreso tal cúmulo de solicitud de facultades para legislar por decreto. Qué cinismo y, sobre todo, qué confianza la que creyó tener en sus capacidades para arrodillar al Congreso. Habrá que estar atento a lo que ocurra en plenarias, pues con seguridad el Gobierno insistirá en lo que para muchos constituye el verdadero corazón del plan, pues de ser aprobada esta grosera e inédita propuesta, el Ejecutivo no tendría que regresar al Congreso con ninguna iniciativa a partir de junio ni en todo el periodo para el cual fue elegido.

Lo cierto es que a este gobierno no le gusta debatir, y mucho menos concertar sus propuestas. A toda iniciativa le envían mensaje de urgencia, abusando de este excepcional recurso e impidiendo el análisis ponderado que debe darse a todo proyecto. Su intención es tramitar todo a las carreras. Es el estilo de esta dirigencia del Pacto Histórico que se impone desde las Mesas Directivas del Congreso. Todo lo pretenden aprobar en el primer año, pues saben que a partir de julio, como van las cosas en todos los frentes, el clima de opinión les será muy desfavorable y los frágiles acuerdos con la coalición se habrán hecho pedazos, como ya se evidencia.

En el caso particular del Plan de Desarrollo, el miércoles se votaron 300 artículos en bloque sin un solo minuto de discusión. Las proposiciones que pretendían abrir el debate sobre muchos temas delicados y polémicos no fueron acogidas, y sus autores tuvieron que conformarse con dejarlas como constancias. Cuando todo lo dábamos por perdido, sorprendentemente el jueves las cosas cambiaron y para sorpresa del Gobierno las comisiones decidieron negar las facultades solicitadas para crear la Agencia Nacional de Seguridad Digital y Asuntos Especiales, una especie de CIA criolla que se pretendía poner en cabeza del enigmático señor Saúl Kattan, a quien se lo vio en el Congreso tratando de salvar a última hora la iniciativa. También se negaron las facultades para crear la Agencia Nacional de Ciencia y Tecnología, la que autorizaba estructurar el grupo empresarial del sector eléctrico, la que permitía reorganizar todos los fondos estatales y crear uno nuevo, el fondo de la igualdad, un fondo sin fondo para la Vicepresidenta y, la más importante, la que daba facultades para reorganizar toda la rama del Poder Ejecutivo sin limitación alguna.

Ojalá las plenarias nieguen también la facultad de ampliar subsidios y dar trasferencias sin límite a vastos sectores de la población, ya que esta herramienta no puede otorgarse a un gobierno populista, derrochón e irresponsable. Hay que tener mucho cuidado con esta peligrosa práctica, pues el Gobierno también ha solicitado facultades extraordinarias para hacer lo que le venga en gana en los proyectos de reforma de la salud, laboral-sindical, pensional, paz total, desmantelamiento de estructuras armadas y sistema carcelario, y lo propio hará con seguridad en cada proyecto que presente.

Fui el primero en advertir sobre la inconveniencia de la reforma política que ahora el Gobierno pretende desconocer, habiendo hecho hasta lo imposible por salvarla. Hay que celebrar que los parlamentarios no vayan a ocupar ministerios y embajadas a partir de junio, que no hayan podido debilitar a los partidos de oposición mediante la pretendida institucionalización del transfuguismo, que no se haya establecido el voto obligatorio y que no hayamos quedado dependiendo exclusivamente de la financiación estatal de las campañas. Todas estas propuestas no tenían un fin distinto de arrodillar a la oposición y a sus aliados de ocasión y por este camino contribuir al fortalecimiento del Pacto Histórico y su aspiración inocultable de jamás abandonar el poder.

Con estos dos actos, el Congreso ha dado la primera muestra de sensatez e independencia, que el país aplaude y espera sea de ahora en adelante la conducta que impere en el trámite de todas las demás reformas.

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