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Se acaba el tiempo

Opinión

Se acaba el tiempo

Con la consulta del Pacto Histórico del domingo pasado se dio la largada a la carrera por la presidencia de la República. No voy a entrar en polémicos análisis sobre su resultado. Que fue una votación histórica, que el resultado anticipa el triunfo del Gobierno y aliados en las elecciones parlamentarias, que no había garantías y, en contraste, que fue un fracaso. Lo cierto es que a partir de esta semana una importante expresión ideológica y política del país tiene candidato en solitario y, por tanto, espacio exclusivo para promover sus propuestas.

Triunfó el más connotado representante de la izquierda radical. El señor Iván Cepeda no ha ocultado nunca su militancia, la misma que ha venido promoviendo Petro. Que no gusta ni cree en la iniciativa privada, ni en las empresas ni en su capacidad de impulsar el crecimiento y el bienestar, que ama el discurso y esquiva la acción y que tampoco gusta de la Constitución del 91, pues ve en ella un obstáculo para gobernar sin límites. Les gusta la democracia, pero solo para hacerse con el poder. Y lo peor, con inocultables afinidades con todas las estructuras armadas que no disimulan y ejercen su apoyo.

El comunismo llega para no irse jamás. Que lo digan en Venezuela, en Cuba, en Nicaragua, para solo referirme a Latinoamérica, tantas veces azotada por esta tragedia. Por fortuna, con Cepeda no hay espacio para equivocaciones. No más tablas de mármol con juramentos mentirosos, uno a uno incumplidos por el señor Petro. Con este candidato no hay tintas medias ni zonas de encuentro, el país se juega el todo por el todo.

Y mientras tanto, en la otra orilla, 70 o más candidatos buscan posicionar sus aspiraciones en un proceso que solo ha creado confusión entre los electores. A diferencia de lo que hizo el Pacto Histórico llevando al Estado a gastar más de 200.000 millones de pesos en su consulta, bien hace el Centro Democrático en anticipar por medio de una encuesta su proceso interno de selección. No solo le ahorra al país cientos de miles de millones de pesos, que podrían destinarse, por ejemplo, a la salud o a programas abandonados en vivienda y educación, sino que permitirán ir acotando la lista de candidatos, empoderándolos y permitiéndoles fortalecer sus campañas.

Tiene también este mecanismo la virtud de permitir que aquellos que no resulten ganadores en esta etapa puedan aspirar a conformar las listas al Congreso. En este grupo se encuentran los mayores liderazgos del país y las personas mejor preparadas para servir. De esperar a una gran consulta el 8 de marzo, el Congreso habrá perdido personas valiosísimas que no solo podrían aportar mucho en el Legislativo, sino arrastrar un caudal de votos significativo a opciones políticas distintas a las de los señores Petro y Cepeda.

En los diálogos en los que hemos avanzado con varios dirigentes de las distintas agrupaciones políticas, a quienes anima igual propósito, he sugerido que debería considerarse adelantar estos procesos internos utilizando un mecanismo vinculante que comprometa a los candidatos, de tal manera que antes de finalizar el año podamos tener un menor número de aspirantes que evite dispersión y permita llegar en una posición más sólida a una eventual consulta en marzo para unificarnos en una sola candidatura. Es crítico perder estos cuatro meses valiosos en enfrentamientos, como ya está ocurriendo, y será cada día peor, en vez de plantar cara al verdadero contradictor.

He dicho que no le temo a la polarización bien entendida como la capacidad para asumir posiciones verticales frente a la seguridad, la justicia, la salud, la iniciativa privada, la democracia y, por supuesto, la defensa de la Constitución. No son muchos más los temas sobre los que tendrá que asumir un compromiso inquebrantable quien haya de representar esta opción en las presidenciales de mayo.

El país no puede volver a equivocarse apoyando a personas que contribuyeron a la elección de este gobierno o hicieron parte de él. Ya los conocemos, sabemos muy bien quiénes son y de qué son capaces. Les gustan la ambigüedad, la mentira, la deslealtad y el beneficio personal. Y a esas “virtudes” las quieren llamar ahora falsamente el centro. Si llegásemos a caer en el abismo de un gobierno comunista y antidemocrático, se lo deberemos a ellos.

Se acabó el tiempo de las estrategias personales, de las vanidades y de los egos. Todo está en juego.

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