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Marchas y elecciones

Marchas y elecciones

Por: Germán Vargas Lleras

Con la anunciada marcha del próximo jueves comienza en firme la campaña presidencial. La motivación de esta es claramente política, no importa el ángulo desde donde se la mire. Sus promotores y demandas son de muy diversa índole. Al mirarlas en su conjunto parecen un completo programa de gobierno, y qué curiosidad: un programa completamente opuesto a aquel por el que votaron mayoritariamente los colombianos cuando eligieron al presidente Duque.

Destacan entre los convocantes el Polo Democrático Alternativo, la Marcha Patriótica, la Lista de la Decencia y, no es de extrañarse, la Alianza Verde. Para esto no son tan tibios. Me imagino que la Colombia Humana no perderá la ocasión de sumarse.

Las marchas han sido de común uso en Colombia para promover aspiraciones políticas. El mejor ejemplo fue el paro agrario contra el gobierno del presidente Santos, que culminó exitosamente con la elección a la Cámara por Boyacá del hoy representante César Augusto Pachón. Cómo olvidar a Pachito Santos y sus marchas antisecuestro, a través de las cuales impulsó una noble causa al servicio de sus nacientes intereses políticos; o de las marchas anticorrupción promovidas por la hoy alcaldesa electa Claudia López, y la que tal vez se asemeja más a la de este 21, la de las 7 plagas, convocada por Ernesto Samper y con la cual obtuvo una de las votaciones más altas de la época.

No nos equivoquemos, esta marcha hace parte de una estrategia continuada que irá hasta las elecciones del 2022 y cuyo propósito es mantener un clima de agitación permanente, de movilización política y de consolidación de liderazgos personales. Una estrategia que hará muy difícil gobernar e impedirá que las principales reformas anunciadas por el Gobierno puedan tramitarse por temor a la protesta ciudadana expresada en las calles.

Es lo que estamos viendo frente a una reforma laboral que aún no ha sido presentada, a una reforma pensional cuyo texto tampoco conocemos, pero contra cuyo contenido ya se empieza a marchar. Se protestará también contra las privatizaciones de Ecopetrol e ISA, que estaban en el plan del Gobierno pero que ya no se harán; contra la constitución de un ‘holding’ financiero estatal y la supuesta masacre laboral que originará y, cómo no, contra la reforma tributaria y también contra la corrupción, contra la restricción del derecho a la protesta, por el incumplimiento de los acuerdos con los maestros, con los estudiantes, con los campesinos, con los indígenas, con todos; y también –esto no podía faltar– contra la subasta del espectro electromagnético.

Como ya dije, esta marcha tiene varios planes de gobierno. ¿Cuáles? Los que perdieron las elecciones, pero que ahora nos los quieren imponer en las calles. Espero que no con destrucción y violencia y atemorizando a la sociedad colombiana.

Como anillo al dedo les han caído a los organizadores los movimientos de protesta del Ecuador, Chile y ahora Bolivia. Pero, por el llamado de la convocatoria, comoquiera que la bautizaron contra el ‘paquetazo de Duque’, se me antoja pensar que esta marcha tiene una mayor similitud con aquella de Chile. Comenzaron incendiando el metro de Santiago, y ya van en una constituyente que se cobrará su cuota inicial con la cabeza del presidente Piñera, quien no ha podido equivocarse más en el manejo de la situación política y de orden público.

El Gobierno tiene que estar preparado para hacer frente a esta forma de hacer política en el país. Una nueva estrategia, muy bien elaborada, consistente en generar una crisis de institucionalidad que afecte el Gobierno, el Congreso, la justicia, el empresariado y las formas tradicionales de ejercicio de nuestra democracia.

La ciudadanía, aun con sus legítimas demandas y aspiraciones, con su natural inconformidad no puede prestarse a ser utilizada con propósitos engañosos y permitiendo que otros, acudiendo al desorden, la parálisis y la violencia, puedan afectar gravemente el país.

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