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El general en su laberinto

Opinión

El general en su laberinto

Con tremenda entrevista se estrena el nuevo director de la Policía Nacional, general Salamanca. Entre las perlas que pescó hábilmente Vicky Dávila traigo a colación las siguientes, por polémicas y, diría yo, desafortunadas. Cómo así que “yo voté por Petro”. Ni siquiera se lo había preguntado la periodista, por respeto. Pero no. El general, en actitud que no lo enaltece, tenía que hacer puntos con su nuevo jefe, mostrarse cercano y coequipero. Afecto al Pacto Histórico. No hacía falta decirlo viniendo del consulado en Miami, posición diplomática reservada a los más cercanos. ¿Qué mensaje quería mandar a los policías de Colombia con su “revelación”?

La segunda perla, su convicción acerca de que a los militares y policías debe otorgarse el derecho al voto. Que lo piense es una cosa, pero que lo diga, otra. Porque el director de la Policía no está para intervenir en política ni para promover reformas constitucionales en materia electoral o de derechos políticos. Para eso se hubiera quedado en su retiro en Florida. Pero aquí no. Y la tercera belleza es su propuesta, por demás derrotada en la reciente discusión del Plan de Desarrollo, de adscribir la Policía Nacional al Ministerio de Justicia o del Interior, en todo caso sacarla del Ministerio de Defensa. No me extenderé en recordar sus opiniones sobre la erradicación de cultivos ilícitos solo para grandes áreas, o su particular interpretación de lo que es o no secuestro. Tal vez sí me gustaría dejar un interrogante sobre su afirmación de que “aquí hay una nueva Fuerza Pública”. ¿A qué se referiría el general?

En contraste, dentro de la Policía solo se observa debilidad en el liderazgo y la conducción de la institución. Toda la fuerza parece atemorizada, incapaz de actuar. Se evidencia una absoluta falta de claridad y conocimiento de los cuadros de mando, lo que genera confusión en el cumplimiento de las órdenes que se imparten. La Policía Judicial y las otras especialidades no saben con exactitud a quién capturar ni a quién investigar, lo que conduce a un sentimiento generalizado de impunidad. La Paz Total por ahora no ha hecho más que otorgar un permiso general para delinquir a todos los partícipes en esos procesos.

Frente a los hechos de violencia, bloqueos de vías y ataque a las autoridades, los comandantes no toman acciones oportunas omitiendo sus funciones. No hay quien tome decisiones por estar esperando que estas vengan de Bogotá. Total descoordinación entre Policía y Fiscalía en temas de capturas, protestas violentas y allanamientos.

He podido constatar que la persecución contra oficiales que venían de gobiernos anteriores ha sido implacable. Veinticinco generales fueron retirados, decenas de coroneles y capitanes, también. Eran ellos los que tenían la mayor experiencia en planeación, operaciones, delincuencia internacional, control territorial, etc. Tres décadas de experiencia, a la caneca. La desmotivación en la base de la Policía también es latente.

Y claro, el narcotráfico y el crimen organizado, a sus anchas. A más cultivos de coca, más violencia y más corrupción y menos posibilidades de avanzar en la búsqueda de la paz. Por eso la discusión en las mesas de negociación del tema de narcotráfico es crítica, pero poco sabemos al respecto. Por los datos, parece paralizada: cero erradicación, ninguna persecución a las estructuras criminales, lamentables resultados en interdicción. Por eso la producción de cocaína llegó a 1.400 toneladas, generando beneficios por 28.000 millones de dólares. Todos los grupos de la Paz Total están ejerciendo control del territorio y del negocio de la droga, y el Gobierno, en vez de perseguirlos, se muestra arrodillado pidiendo treguas y cese del fuego en actitud indigna y, además, poco estratégica.

Los mensajes del Gobierno poco ayudan. Me resisto a creer que el plan, como algunos lo afirman, es manicruzar a la fuerza pública y fortalecer las guardias campesinas, al mejor estilo de los colectivos chavistas. Todo esto se reflejará en las elecciones de octubre con la influencia en la elección de alcaldes y gobernadores. Política con plata y armas, mala combinación.

Gran oportunidad tiene el general de retomar el rumbo, ojalá lo logre, pero por el momento luce perdido en el laberinto de sus divagaciones políticas y electoreras.

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