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Tercera y última oportunidad

Tercera y última oportunidad

El Presidente hizo ya su balance de estos dos años, y francamente es pobre en este frente: la polémica cadena perpetua para violadores, la dosis mínima en espacio público, la no conexidad de los delitos de secuestro y narcotráfico, la aplaudida ley del pliego único, la ley del veterano y la que promueve la movilidad eléctrica son lo que tiene en su haber. No digo que no sean temas atractivos, pero claramente no apuntan a resolver los principales problemas del país.

Lo ocurrido se debe en gran parte a que el Gobierno redujo su interacción con las fuerzas políticas representadas en el Parlamento a la elección de unas mesas directivas y dejó de lado la concreción de acuerdos en materia programática. Este semestre, en el que contó con mayor holgura, no la aprovechó inexplicablemente. Esa decisión inédita del Gobierno resultó ser muy costosa en términos políticos.

Pero a partir de esta semana tiene la oportunidad de corregir la plana, tomar el toro por los cuernos e intentar sacar adelante las 5 grandes reformas que le podrían cambiar el rumbo al país y que fueron ampliamente debatidas en la campaña electoral. Me refiero, en primer lugar, a la reforma de la justicia. Es este un proyecto que el Gobierno, por intermedio de la ministra Cabello, ha venido estructurando en su contenido y también en la búsqueda de consensos con las altas cortes y la academia. Sé que su trámite y aprobación enfrentará grandes obstáculos, pero vale la pena intentarlo, así sea por última vez, antes de que no quede otro camino que el de una asamblea constituyente.

Mi inventario de esos grandes proyectos incluye, además, las impostergables reformas laboral y pensional. Yo sé bien que no son populares, pero deben abordarse. El presidente Duque se comprometió a impulsarlas, ya aplazó su trámite una vez y ya creó comisiones y grupos de expertos para estudiarlas. Ahora sí llegó la hora. Y que no se crea que con el anunciado proyecto para regular el trabajo en casa se cumplirán las expectativas de trabajadores y empresarios y, sobre todo, las necesidades del país en materia de productividad, competitividad y modernización del marco jurídico legal para acercarlo a los avances que ya se han hecho de tiempo atrás en muchos otros países.

Esa reforma, además en modo poscovid, adquiere mucha más relevancia, pues será clave para la recuperación económica y del empleo. A la reforma laboral y pensional habrá que añadir aquella del sector salud, cuya urgencia ha quedado al descubierto, y de qué manera, en esta pandemia. Si hubiera tiempo y energía para algo más, yo me concentraría en la ley de consultas previas, que permitirá desatascar los grandes proyectos de desarrollo del país.

El Gobierno tendrá que aprovechar la aprobación del presupuesto nacional para presentar y discutir el anunciado Plan Marshall criollo. Confieso que tengo una gran curiosidad por ver su contenido, pero especialmente por asegurarme de que no lleva bajo la manga una nueva reforma tributaria que, como advertí, sería la más nefasta y contraproducente de las iniciativas para la reactivación de nuestra muy maltrecha economía.

Y no sobra decir que si se quiere garantizar el fracaso absoluto de la legislatura, no habrá sino que acudir al insepulto expediente de la reforma de la JEP y de los acuerdos de paz, según lo han expresado los voceros del partido de gobierno. Ahí sí, apague y vámonos.

P. D. Creo que es la cuarta oportunidad en que el Dr. Plata, con página entera a su disposición, intenta explicarnos y convencernos de sus trascendentales logros al frente de la gerencia para la pandemia. Por algo será.

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