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GERMÁN VARGAS, DISIDENTE EN UN MUNDO DE ÉLITES

GERMÁN VARGAS, DISIDENTE EN UN MUNDO DE ÉLITES

La carrera política de Germán Vargas Lleras, de principio a fin, ha sido de debate, realizaciones e ideas fuertes, que se comparten o no se comparten.

Cuando aún era un niño, en el despacho presidencial de la Casa de Nariño, Germán Vargas Lleras le demostraba a su abuelo materno, el expresidente liberal y uno de los más grandes estadistas de la historia del país, Carlos Lleras Restrepo, el porqué algún día lo sucedería en el trono presidencial.

Vargas Lleras nació en Bogotá en 1962. Llegó al mundo en una familia con protagonismo en el poder desde tiempos coloniales. En su árbol genealógico no ha habido “ningún godo”. Algunos de sus parientes fueron calificados de agnósticos, entre ellos el mandatario Lleras.

Lleras Restrepo, como presidente de la República, sorprendió a la cristiandad criolla al no arrodillarse, al igual que su esposa, la española Cecilia De la Fuente de Lleras, cuando la pareja tuvo el honor de recibir en Bogotá, en 1968, a su santidad Paulo VI, primer papa que visitaba a Colombia y América Latina en la historia del Vaticano. El debate, con más de una sotana oxigenándolo, se extendió por todos los estratos sociales.

Lleras fue un hombre con peso histórico, caracterizado por una bondad que superaba a la de muchos cristianos de su época que se ufanaban de piadosos; disciplinado y aunque era de buenos tragos, jamás se tomó una copa de licor mientras estuvo en la Presidencia, dice Rafael Isaza González, quien fue su director de Impuestos Nacionales y uno de sus pocos amigos y confidentes.

Sus dotes de estadista eran reconocidos más allá de las fronteras patrias, tanto que llegó a ser colaborador del gobierno del presidente John F. Kennedy, de EE. UU., y ocupó destacados cargos en la comunidad de naciones. La familia es descendiente del envigadeño don José Felix de Restrepo, una de las mentes más brillantes de la “Revolución gloriosa” en el “nuevo reino” e inspirador de los revolucionarios de su tiempo, como Francisco Antonio Zea, Camilo Torres y Francisco José de Caldas, dice el periodista huilense, Marco Fabián Herrera, autor del texto el Coloquio Insolente de los Dialogantes.

En las pléyades de la política nacional también brillan con luz propia su tío Carlos Lleras de la Fuente, ex constituyente y ex embajador en Washington, y Enrique Vargas Lleras, ex candidato a la alcaldía de Bogotá.

A su padre, Germán Vargas Espinosa, se le conoció como “el último de los cachacos”. Fue diplomático y banquero. Por su peso en la sociedad colombiana correspondió al presidente de la República, Juan Manuel Santos, en agosto de 2015, anunciar la infausta noticia de su muerte al país.

Germán, un hombre con camino propio
Pero ni su cuna de oro política ni el camino tapizado que le proporcionaba el clan para alcanzar los altos pedestales del poder nacional importaron a Germán Vargas Lleras. Contrario a todo pronóstico decidió labrar su propio proyecto desde la disidencia, el más complejo de los mundos del poder.

En la casa de su abuelo, en el barrio Quinta Camacho, en la Capital, a la edad de 18 años, Vargas Lleras conoció a Luis Carlos Galán Sarmiento y se unió a su gesta por la transformación del país y el rescate del liberalismo por fuera de las filas oficiales de la colectividad.

Algunos que lo conocen dicen que en su adolescencia “Germán era un muchacho muy despierto, dado a su parecer, díscolo, roquero, alegre, amigo de todos los de su edad y toda una celebridad en las fiestas de 15 de la sociedad bogotana, a las que aparecía como el gran animador con una súper miniteca”.

Superó el bachillerato más por la fuerza y las lidias de su familia que las propias. Como muchas veces sucede, el paso de los años lo convirtió en jefe y líder de algunos de los mazos, los pilos que estudiaron con él.

En política su abuelo comprendió con el primer golpe el tipo de nieto político que con tanta dedicación había levantado. A sus 19 años, estrenando cédula, Germán Vargas fue elegido concejal del Bojacá, uno de los fortines del llerismo, pero militando en las filas del Nuevo Liberalismo de Galán.

No solo se fue a contracorriente de su abuelo para crearse su propio destino. Tampoco lograron encasillarlo los refinados modales de su abuela Cecilia De la Fuente ni el mundo etiquetado de la buena mesa de su madrastra Ana Gómez de Mesa, autora de varios textos de culinaria, cuyas recomendaciones se cumplían al pie de la letra en la alta sociedad capitalina. En sus correrías políticas e incluso a manteles Vargas Lleras no deja de ser una persona más, lejos de toda carga de protocolos.

“Las personas son como son y no como uno quisiera que fueran”, le comentó alguna vez el ex presidente Lleras a su amigo Isaza, al ver en la prensa a un personaje amigo suyo que cometió un error.

Centro de controversias
La personalidad de su nieto es copia fiel del ser que se refleja en su propaganda presidencial: una figura todopoderosa, que no sabe de adversidades, sellada con un apellido político y conduciendo un pueblo: #mejorvargaslleras.

La idea de la etiqueta presidencial surgió 24 horas después de que el propio Vargas Lleras desmintiera a los dirigentes del partido político colombiano para el cambio – Cambio Radical, quienes habían anunciado que él se lanzaría a la Presidencia por esa colectividad.

Como senador ha sido un hombre beligerante, contundente y radical. La suya no es una presencia indiferente en ningún escenario. Es un hombre de debate, de ideas que se comparten o no. Al partido Cambio Radical lo catapultó de tal forma que lo convirtió en alternativa de poder y moldeó a su imagen y semejanza, tanto que “terminó siendo un partido para Vargas Lleras y no Vargas Lleras para el partido”, comenta Guillermo Arismendi, analista político, catedrático universitario y ex asesor del Parlamento Latinoamericano.

Desde sus filas
Algunos de sus más cercanos colaboradores como Jorge Enrique Vélez, presidente de Cambio Radical, ven en él a una persona de temple y disciplinada pero también amable, conversadora, que escucha y sabe orientar.

Su esposa Luz María Zapata dice que si bien lo apasiona la política, también se sabe desconectar de ella para disfrutar con su familia o de momentos especiales. A Germán le gusta abrazar a los suyos, cocinar, jugar con su perro, hasta reírse de sí mismo y escuchar todo tipo de música, tanta que hay quienes piensan que se sabe todas las canciones.

“Su hija Clemencia es su gran sueño, pero ni ella, que es bailarina profesional, ha logrado que Germán baile alguna vez. Ese es Germán, un hombre simpático, excelente papá, buen marido, un hombre de carácter que cumple y alcanza lo que promete y se propone”, detalla su esposa. Lo conmueven muchas cosas. Entre ellas el impacto del abrazo agradecido y las lágrimas de ancianos, hombres, mujeres y niños, cuando él, como ministro de Vivienda, les entregaba las llaves de la casa propia que les obsequiaba el gobierno”.

Una carrera en ascenso
Su carrera política siempre ha sido en ascenso y difícilmente da pasos en falso. De concejal de Bojacá escaló al Concejo de Bogotá y luego a cuatro periodos consecutivos al Senado de la República, entre 1994 y 2008.

A finales de 2001 y comienzos de 2002, época en la que Álvaro Uribe no pasaba del 8 por ciento en la intención de voto a la Presidencia y en la que ni el conservatismo ni el liberalismo lo contemplaban entre sus listas, Vargas Lleras se apartó de su colectividad para convertirse en uno de los primeros liberales en reconocer las propuestas de Uribe y sumarse a su campaña. Para ese momento, Vargas Llera era el más férreo crítico de Pastrana y su proceso de paz con las Farc en El Caguán.

En las parlamentarias de 2000 alcanzó su curul con el aval del Movimiento Colombia Siempre, que acompañó y llevó a Uribe al poder nacional por primera vez. En octubre de 2003 Cambio Radical, colectividad en la que su liderazgo era absoluto, se convirtió en una de las fuerzas uribistas de mayor peso en el Congreso y el debate político nacional.

El grupo reunió a los hijos de los “mártires” de la guerra contra el narcotráfico en el país: Carlos Fernando Galán, hijo de Luis Carlos Galán; Rodrigo Lara, hijo del ministro de Justicia de su mismo nombre; Andrés Villamizar, hijo de Maruja Pachón de Villamizar, cuñada de Galán y secuestrada por el cartel que dirigió Pablo Escobar y otros muchos nombres que veían en Vargas Lleras la figura que encarnaba la lucha contra la guerrilla, la corrupción y las mafias.

En las parlamentarias de 2006, con gran peso en las distintas esferas del Estado, Cambio Radical obtuvo 15 curules en el Senado y 21 en la Cámara, pero ese triunfo vendría cargado de sinsabores, toda vez que se demostró que al menos siete de sus congresistas tenían vínculos con el paramilitarismo y terminaron en prisión. El hecho generó un fuerte remezón dentro de la colectividad a la que se le señaló de “traicionar el ideario de Galán”.

Su discurso contra las Farc y su cercanía a Uribe lo convirtieron en blanco de dos atentados (2002 y 2005) en ambos sobrevivió de milagro, pero ninguno logró doblegar su espíritu radical contra los violentos de todas las riberas.

En el segundo atentado levantó su voz contra el Gobierno cuando Uribe señaló a las Farc del mismo, descartando otras versiones que veían en el ataque una confabulación de narcotraficantes y políticos, que pretendían silenciarlo en el Congreso.

Expulsado de la Casa de Nariño
En 2009 Uribe intentó una segunda reforma constitucional para hacerse reelegir por tercera vez, Vargas Lleras rechazó tal propuesta y se apartó de la coalición del gobierno.

El rompimiento con el jefe de la Casa de Nariño no fue en muy buenos términos, ambos se cruzaron palabras públicas cargadas de tigre, en una suerte de manifestación de la pedagogía del “coscorrón”, la misma que explica parte del bajón de Vargas Lleras en algunos sectores sociales, pero que lo consolida en otros, en una sociedad en la que la cantaleta, el grito, la correa y los coscorrones tienen su “efecto” de pedagogía bronca en la solución de los conflictos.

El distanciamiento entre ambos líderes desató la tempestad para Vargas Lleras y todo aquello que representaba en el gobierno. Los altos jerarcas del uribismo, con quien horas antes se sentaba a manteles, lo llamaron traidor, despojaron a su partido de todas las cuotas burocráticas y le cerraron las puertas de Palacio, el mismo escenario en el que su abuelo Presidente lo subía sobre su escritorio para que sus ministros y visitantes ilustres escucharan sus discursos como aprendiz de la política.

El temperamento de Vargas Lleras no da para lamentos y decidió entrar a Palacio con llave propia al lanzar su primera campaña presidencial. Recorrió 30 de los 32 departamentos del país, pero las urnas favorecieron al entonces candidato del uribismo Juan Manuel Santos Calderón. Tras ascender a su trono, Santos, conocedor como nadie de las capacidades de Vargas Lleras, le devolvió lo perdido y lo convirtió en uno de sus hombres de confianza y jefe de dos carteras.

El broche de oro se lo puso en la campaña para su segundo mandato en la que lo nombró su fórmula vicepresidencial, con la que derrotaron a Uribe.

Como vicepresidente, con un modo de gobernar muy protagónico, Vargas Lleras fue prácticamente el ministro de todas las carteras económicas y ejecutor de toda la obra social e infraestructural de Santos: construcción y entrega de 1,5 millones de casas gratis, desarrollo de las autopistas 4G, vías para la equidad, autopistas de la Prosperidad en Antioquia, modernización de puertos y aeropuertos, proyectos de agua potable para millones de colombianos que carecían del elemento y ejecución de miles de millones de pesos en obras sociales para tierras olvidadas como Chocó, La Guajira, Caquetá, Putumayo, Guaviare, proyectos que profundizará si llega a la casa presidencial.

Encrucijada final
En una contienda en la que los principales opositores se atrincheran desde las orillas radicales de la extrema izquierda y la extrema derecha, Vargas Lleras se la juega más por un proyecto de centro. Él sabe que puede recoger frutos en muchas partes porque conoce mejor que nadie la gente de la base y también la del poder.

Puede resultar una paradoja pero en esta encrucijada final sus ejecutorias como ministro y vicepresidente pueden jugar en su contra porque si bien fueron fruto de su trabajo, son la expresión de un gobierno con muy baja popularidad y cuya joya de la corona, el acuerdo con las Farc, es lapidada desde distintas orillas en busca de favores electorales.

Desde el análisis político, jamás se valora la figura de Vargas Lleras como indiferente o ajena. No obstante su desfavorabilidad en las encuestas, en una sociedad en la que cualquier detalle hace que todo cambie a la velocidad de la luz, jamás se puede perder la esperanza.

Fuente: elcolombiano.com

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